domingo, 24 de noviembre de 2013

UN MUNDO CON PENA DE MUERTE NO ES JUSTO

La pena de muerte es llamada “pena capital” porque no puede haber nada peor ni más cruel. El Estado se reserva el derecho de decidir sobre tu vida en nombre de principios que moralmente son discutibles. La Ley del Talión no construye sino destruye porque la venganza no conduce a nada. Es más, datos estadísticos aseguran que los peores criminales no se echan atrás en sus actos por miedo a tan severo castigo. Por lo tanto, la pena de muerte tampoco tiene ese efecto disuasorio argumentado tantas y tantas veces por los más populistas y demagogos.

De los 23 países que siguen aplicando esta salvajada, en algunos se castiga la homosexualidad, las relaciones sexuales consentidas, el adulterio, el narcotráfico, la blasfemia, los delitos económicos o los políticos. En 2012, según datos de Amnistía Internacional, los verdugos han aplicado su despreciable trabajo sobre 682 personas.

China es líder en esas malas artes y, aunque oculta sus cifras, se sabe que supera a todo el resto de países juntos. Gobiernos tan “democráticos” como los de Estados Unidos y Japón contemplan las ejecuciones en su código penal. En Irán llevan a menores a la horca y lapidan a las personas adúlteras.

La francmasonería, adalid del libre pensamiento, es enemiga de la destrucción de la vida humana. Nuestra divisa, Libertad, Igualdad y Fraternidad, no se engarza en lo más mínimo con la “pena capital”, que debe ser abolida en todo el mundo inmediatamente. Los masones ni lo discutimos en logia porque lo tenemos muy claro.

martes, 12 de noviembre de 2013

INSULTOS Y ADJETIVOS, DISCUSIÓN Y DIÁLOGO

¿Qué es más grave? ¿Llamar gánster a un banquero o calificar a un político de macarra? ¿Desearle el infierno a un ex ministro o decir que un parlamentario “hace el gilipollas”? Es muy difícil que estos términos se empleen en nuestras tenidas. Tal es la seriedad y el rigor del rito masónico. Con ello no quiero decir que los periodistas o personas públicas que manejan esos insultos hagan mal su trabajo ante un micrófono o en sede parlamentaria, pero sí les vendría muy bien visitarnos en una tenida blanca cerrada o abierta, da igual, para que tomaran nota y se dieran cuenta de lo que están haciendo.

Creo que no es la primera vez que lo digo aquí, pero en nuestros debates “a cubierto” no podemos hablar de siglas pero sí de lo que se hace en el nombre de esas siglas. Tampoco podemos nombrar a los Hermanos o Hermanas que comparten asiento con nosotros, pero sí podemos hablar de sus actitudes. En cualquier caso no quiero plantear aquí lo que debe ser calificado como “insulto” o “adjetivo”, pero el pulimento de nuestra piedra para llegue a ser cúbica hace que midamos nuestras palabras de manera adecuada.

lunes, 4 de noviembre de 2013

EL PRECIO DEL AMOR


‘La vida de Adèle’ es una de las más impactantes historias de amor que he visto en un cine. Dos almas iguales se buscan desde los complejos de la primera y la intolerancia de la segunda y tratan de utilizarse con el argumento de la libertad sexual, con una impostada igualdad y con una prometedora fraternidad. Es la historia de amor de dos mujeres. Una, Adèle, tiene que aguantar el rechazo de sus compañeras de instituto que la dejan de querer al comprobar que no se ajusta al canon oficial de lo heterosexual, con lo cual se revelan como falsas amigas, no la apoyan y la echan de su grupo adolescente.

Desorientada sobre su identidad, con el camino de su vida por construir, Adèle se entrega a otra mujer tan lesbiana como ella pero más segura. Salida de la bohemia, con su cálido pelo azul, Emma ofrece a Adèle una vida con la que jamás habría soñado. El problema surge cuando Emma dicta a Adèle cuál debe ser el camino. Es el precio que Adèle, que lo había dejado todo por Emma, paga por un amor que pasa de la dulzura a la violencia, de la libertad a la intolerancia, de la igualdad a la dominación, de la fraternidad al egoísmo. Es el precio del amor incondicional.