Algunos ayuntamientos están ordenando que se dejen de llevar velos que ocultan la cara de las mujeres por la calle. Es decir, el burka y el niqab. Los alcaldes apelan a la seguridad y a que constantemente la policía municipal pueda identificar a esas personas. Es una lástima que se olviden de las libertades y de los derechos humanos porque ese es para mí el argumento básico. Cuando hablamos de este tema, los extremos son islamismo radical y racismo. El justo medio para mí es la laicidad.
La laicidad parte de la divisa de la masonería, libertad, igualdad y fraternidad, pero nunca nos habla de seguridad y mucho menos de identificar a nadie. Es cierto que alguien puede criticar las medidas que han tomado algunos ayuntamientos por racistas. Desde mi visión, no se trata de racismo, sino de respeto: respeto a mí mismo porque me siento violento viendo eso al lado de casa, respeto a la sociedad que acoge a otros colectivos, y respeto a quien elige taparse la cara, por sometimiento disfrazado de una falsa libertad religiosa, de opción o cultural. Se puede defender una religión con otro tipo de complementos que defiendan unas creencias, que no busquen un impacto social y que se adapten más a la laicidad. Hay que ser tolerantes, eso está claro, pero nunca tolerar la intolerancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario